Escrito por Andrés Aljure Saab para Semana.com el 25/02/2017
La vida moderna nos ha llevado a contemplar, con naturalidad, el apoyo de profesionales que nos ayudan a incrementar los niveles de felicidad y bienestar. Una de esas alternativas de soporte es el coach, que se pronuncia couch. Pero… ¿Y qué hace este personaje? ¿Para qué sirve y qué debo considerar al buscar a un coach?
La palabra coach tiene su origen hace cuatro siglos. Entre el siglo XV y el XVI, en el trayecto entre Viena y Budapest, la ciudad de Kcos en Hungría era una parada obligatoria y por eso allí se hablaba del sistema de excelencia en carruajes Kocsi Szekér o Carruaje de Kcos. A partir de ahí, el término kocsi se adaptó al alemán como kutsche. En italiano fue cocchio; en inglés, coach, y en español se llamó coche.
Un coach, en semejanza al carruaje que originó el término, ayuda a la persona que opta por realizar un proceso de coaching o Coachee, que se pronuncia ‘couchí’, a ir desde un punto de partida A hasta un punto de llegada B. Estos puntos de partida pueden relacionarse con problemas o situaciones de la vida personal, profesional, familiar, organizacional, o con cualquier otro ámbito del ser humano. Para lograrlo, un coach certificado se ha formado y fogueado para aplicar efectivamente un método, unas habilidades y unas técnicas específicas en procesos conversacionales centrados en la escucha, la pregunta, el feedback y el relacionamiento.
Otra analogía que se usa para describir el valor de un coach es que así como un carro atorado en un barrizal requiere del apoyo de otro para ayudarle a salir y permitirle continuar adelante en forma autónoma, un coach puede ayudar a destrabar una situación paralizante de una persona.
Hay muchos ejemplos de situaciones que pueden ser mejoradas con un proceso de coaching: Si alguien tiene una tensión laboral con un colega o familiar y quiere lograr una relación tranquila con él; cuando una persona no tiene tiempo para hacer lo que necesita y quiere mejorar el manejo del tiempo; cuando se encuentra ante la duda de si trabaja como empleado o independiente, o incluso cuando tiene dudas sobre si su relación de pareja debe seguir o ponerle punto final. También puede ser cuando no se siente feliz con su vida, que sería el punto de partida A, y desea llegar al punto B, es decir, disfrutarla.
Las sesiones se hacen individualmente, pero también hay procesos de coaching para equipos o grupos, que ayudan a mejorar la comunicación, la confianza, el desempeño y los resultados de los mismos, entre otros aspectos. Este tipo de procesos puede ser diseñado para un equipo deportivo, un comité de dirección, un equipo comercial o cualquier otro propio de una organización formal o informal.
Existen tipos de coaching tan variados como oferentes de este tipo de servicio. Un individuo o una organización se pueden beneficiar, por ejemplo, de procesos de coaching enfocados en ámbitos como salud, educación, empresa, deporte, emprendimiento, literario, entre otros.
Dado que el coaching es fundamentalmente un proceso conversacional entre el coach y el coachee, este puede ser presencial y/o virtual. Esto elimina barreras por distancias entre zonas de una ciudad, entre ciudades y, por supuesto, entre países.
El proceso de coaching desarrollado profesionalmente es tan serio, y estrictamente confidencial, como la relación que se da entre un médico y un paciente, un abogado y un cliente o un asesor y una empresa. Incluso se pueden firmar previamente contratos o acuerdos entre coach y coachee que describan claramente las características del proceso a realizar y el manejo que se hará de la información antes, durante y después del proceso.
Tan importante como quien es el coach es que usted tenga claro que si usted contempla buscar el apoyo de un coach, es fundamental que realmente quiera cambiar o lograr lo que busca, que crea en los resultados que ofrecen los procesos de coaching y que se apoye en un profesional calificado y certificado en quien usted confíe y con quien se sienta a gusto.
Fuente original: ¿Para qué sirve un coach?